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lunes, 2 de septiembre de 2013

In Memory of the great Irish poet Seamus Heaney (1939-2013). 

En memoria del gran poeta irlandés Seamus Heaney (1939-2013). 



DEATH OF A NATURALIST

All year the flax-dam festered in the heart

Of the townland; green and heavy headed

Flax had rotted there, weighted down by huge sods.

Daily it sweltered in the punishing sun.

Bubbles gargled delicately, bluebottles

Wove a strong gauze of sound around the smell.

There were dragon-flies, spotted butterflies,

But best of all was the warm thick slobber

Of frogspawn that grew like clotted water

In the shade of the banks. Here, every spring

I would fill jampotfuls of the jellied

Specks to range on window-sills at home,

On shelves at school, and wait and watch until

The fattening dots burst into nimble-


Swimming tadpoles. Miss Walls would tell us how

The daddy frog was called a bullfrog

And how he croaked and how the mammy frog

Laid hundreds of little eggs and this was

Frogspawn. You could tell the weather by frogs too

For they were yellow in the sun and brown

In rain.Then one hot day when fields were rank

With cowdung in the grass the angry frogs

Invaded the flax-dam; I ducked through hedges

To a coarse croaking that I had not heard

Before. The air was thick with a bass chorus.

Right down the dam gross-bellied frogs were cocked

On sods; their loose necks pulsed like sails. Some hopped:

The slap and plop were obscene threats. Some sat

Poised like mud grenades, their blunt heads farting.

I sickened, turned, and ran. The great slime kings

Were gathered there for vengeance and I knew

That if I dipped my hand the spawn would clutch it.


R.I.P.


MUERTE DE UN NATURALISTA

Todo el año la presa de lino se ulceraba en el corazón

del pueblo, lino de flor pesada y verde.

Allí se había podrido, aplastado por enormes terrones.

Se cocía a diario bajo el sol de justicia.

Gárgaras delicadas de burbujas, moscardones azules

tejían una fuerte gasa de sonido alrededor del olor.

Había libélulas, mariposas moteadas,

pero lo mejor de todo era la baba cálida y espesa

de las huevas de rana que crecían como agua coagulada

a la sombra de las orillas. Aquí todas las primaveras

yo llenaba tarros de mermelada con los gelatinosos

granos y los colocaba en los alféizares de casa,

o en los estantes de la escuela, y miraba y esperaba hasta que

aquellos puntos engordaban y estallaban en ágiles

renacuajos nadadores. La señorita Walls nos explicaba

que la rana papá se llamaba rana toro

y que croaba, y que la mamá rana

ponía cientos de huevecillos que eran las

huevas de rana. Por las ranas también podías predecir el tiempo,

pues se ponían amarillas con el sol y marrones

con la lluvia.

Luego, un día caluroso, cuando los campos apestaban 

por las boñigas en la hierba, las ranas enfadadas 

invadieron la charca de lino; me colé entre los setos 

atraído por un tosco croar que no había oído antes.

El aire estaba denso por un coro de bajos.

Justo abajo había ranas panzudas alerta

sobre los terrones; sus cuellos fofos se hinchaban como velas. 

 Algunas saltaban;

los chapoteos eran obscenas amenazas. Algunas quietas,

serenas como granadas de lodo, pedorreaban por sus chatas cabezas. 

Sentí náuseas, me di la vuelta y salí corriendo. Los grandes reyes 
   
del légamo

se habían reunido allí para vengarse, y yo sabía

que si hundía la mano, le atraparían las huevas.

(Traducción de Margarita Ardanaz)

D.E.P.


P.B.F.